"Dios no juega a los dados con el universo; juega a un juego inefable de invención propia, que se podría comparar, desde la perspectiva de cualquiera de los jugadores, a verse envuelto en una versión oscura y compleja del póquer en una sala a media luz, con cartas en blanco, apuestas infinitas y un tío que reparte sin explicar las reglas y que no para de sonreír".
de Neil Gaiman,en "Buenos presagios"
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